De qué se trata esto?

jueves, 14 de enero de 2010

Desprogramación o remoción de lo negativo en nuestra historia personal

Inauguramos la sección "Servicios".
Próximamente en este mismo blog, o en otro propio, masajes y lecturas de tarot. Estoy preparando los textos que expliquen más o menos qué tipo de masaje, de lecturas, de qué hablamos cuando decimos cualquiera de estas cosas, etc.
Las FAQ´s, que le dicen.
Lo que se presenta hoy acá es un ejercicio hiper sencillo, muy útil, fundacional, que me diera Alicia Valero.
Se realiza en una única sesión de menos de una hora y estoy positivamente convencido de que es una herramienta súper útil para el autodesarrollo.
Cobro por aplicarlo por el sencillo motivo de poder disponer de mi tiempo con las menores presiones económicas posibles, pero no es lo fundamental: cualquiera que piense que lo necesita y no dispone de los $50, nada más comuníquese a muduriaga@hotmail.com, o al 15 61 70 79 44, y hablamos.
TIENEN que saber que es infinitamente más probable que los saque volando a la primer ida y vuelta con el horario, que por cuestiones económicas. El dinero no, pero el tiempo sí es para mí muy importante.
Los invito a leer de qué se trata la desprogramación de lo negativo, lo más importante que deben saber es que


No se trata de palabras, sino de acciones...


1-Para qué es esto.

El objetivo de la desprogramación es ayudar a la persona a modificar su conducta en aquellas áreas en que la misma le produce molestias, problemas, dolor o sufrimiento.

2-Dónde trabaja esto.


Los seres humanos tenemos una serie de recursos para manejar nuestra conducta.
Somos concientes de muchos de estos recursos, y no lo somos de muchos más.
Todos nuestros recuerdos, por ejemplo, están en algún lugar, “olvidados”, hasta el momento de recordarlos y traerlos a la conciencia.
Evidentemente el hecho recordado “vive” dentro nuestro, pero hasta el momento de recordarlo ni el hecho, ni el mecanismo por el cual lo recuperamos, son visibles para nuestra mente.
Todos los hechos que hemos vivido, recordados o no, nos llevaron en su momento a sacar alguna conclusión al respecto.
Hay dos reglas generales: a)- todas las conclusiones que sacamos en el momento son correctas, y b)- eso no significa que vayan a ser correctas para siempre.
Pero las conclusiones implican asumir una posición, o aprender una conducta respecto de algo.

Así como hay un mecanismo que se ocupa de recuperar los recuerdos almacenados, hay otro mecanismo, que por una convención ya establecida llamaremos “computadora”, que se ocupa de automatizar las respuestas y las conclusiones que se derivan de los hechos a los que la persona se ve expuesta más seguido.
La “computadora” no reside en la conciencia regular ni en el inconciente profundo sino en el espacio intermedio del subconsciente, y tiene manejo de un campo amplio de cosas: las respuestas conscientes, inconscientes, voluntarias e involuntarias de la persona y de su organismo, porque así se asegura la mayor eficacia en su función, que es la de minimizar la energía y tiempo dedicados a calcular y evaluar situaciones, para optimizar la capacidad de respuesta.

Supongamos el siguiente ejemplo: una persona vive en un lugar donde puede cruzarse con perros agresivos, digamos cerca de un bosque.
Esta persona necesita poder discernir muy rápidamente si está en peligro o no, y actuar en consecuencia.
La computadora toma nota de las experiencias previas, de lo que se diga en el entorno, de lo que la persona haya aprendido por si misma y de otros, y asocia la idea “peligro” a cualquier manifestación de “perro”.
Con esto, a la menor señal de un perro, el sistema nervioso de la persona segrega adrenalina y la pone en guardia y listo para correr o pelear, con lo que hay un montón de pasos previos de preparación que la persona se ahorra: no tiene que preguntarse si hay o no hay un perro, esperar a verlo, preguntarse si será o no será peligroso, ni esperar a recibir una mordedura para decidir qué hacer, porque la programación de la computadora ya tomó todas las decisiones al respecto, y la persona ya está lista para actuar en consecuencia. Esta velocidad de reacción es valiosísima y puede salvarle la vida muchas veces.

La misma acción se aplica al aprendizaje de todo aquello que ocurre cotidianamente en la vida de la persona: todo lo positivo o negativo, que ocurre regularmente, propicia reflejos condicionados y respuestas pre hechas, que la mente conciente no decide. La mente conciente tiene una especie de “arreglo” con la computadora, tal que le delega la responsabilidad de dar respuesta a un montón de cosas, para estar ella misma libre de atender a otras. Cada parte con sus asuntos.
Y aquí llegamos a la potencial fuente de problemas: la realidad verdadera, inmediata, no es asunto de la computadora: para eso están la mente conciente y otros mecanismos ubicados en el inconciente.
O sea que si las condiciones cambian, la computadora sola no se entera, y sigue repitiendo las respuestas programadas a cada estímulo.

Pero siempre, en algún momento, las condiciones cambian, y hay que modificar la programación.
Supongamos que la persona del ejemplo se muda a la ciudad, donde no hay perros salvajes, sino que absolutamente todos están domesticados. La persona está rodeada de perros, hay señales de ellos, por todas partes, pero ya no corre peligro.
Pero su computadora continúa programada para predisponerlo a la lucha y la huída cada vez que capta señales de presencia de perros, incluso aunque sean tan mínimas que estén por debajo del umbral de la conciencia. Esta persona va a estar permanentemente estresada y angustiada si necesidad, y muchas veces sin saber ni porqué.
Eventualmente, la mente conciente puede establecer conexiones y decir “uy, me acabo de asustar de un perro, esto es lo que estoy sintiendo estos días que me tiene tan mal, tengo que hacer algo porque ya me dijeron que acá los perros no atacan, mirá esa ancianita pasea tres juntos y no se la comen, ya basta con esto, dejémosnos de joder con el miedo a los perros”, y hacer que la persona tome las acciones necesarias para reprogramar la computadora.
La computadora siempre se programa y reprograma mediante hechos y acciones. Verbalizar una intención también es una acción, pero esto es un detalle.

En el caso del ejemplo, la reacción de la persona a los perros no era una fobia, sino un aprendizaje útil en un contexto e inútil en otro. Si la persona es conciente de cuándo asumió el primer aprendizaje, su mente conciente puede atar cabos y decir “las condiciones cambiaron, esto ya no es útil”.

Pero no todos los aprendizajes están disponibles a la memoria.

Hay dos tipos de aprendizajes, los tempranos y los traumáticos, que se mantienen regularmente fuera del alcance de la mente conciente, y por lo tanto no son susceptibles de reprogramación, excepto en circunstancias extraordinarias, o con muchísimo tiempo y reflexión, que en general no tienen otra motivación de ser hecha más que, justamente, circunstancias extraordinarias.

Los aprendizajes tempranos son aquellos que se olvidan a la edad aproximada de cinco años, cuando sobreviene el fenómeno común conocido como “amnesia de los cinco años” o “amnesia infantil”, que abarca el período de la etapa edípica. Permanecen fuera de la conciencia pero, en casos positivas ideales, no requieren revisión ni reprogramación alguna. Todos los cambios que les sobrevengan son, simplemente, nuevos aprendizajes.

Los aprendizajes traumáticos se olvidan, en cambio, por la misma naturaleza del trauma. Cuando algún hecho produce tanta presión psíquica, sea miedo, angustia o dolor, que compromete el funcionamiento cotidiano de la persona o su misma supervivencia, el organismo lo “retira” de la conciencia, pasa a ignorarlo y actuar, en el nivel conciente, como si eso jamás hubiera pasado.
La programación en este caso apunta generalmente a sobrevivir en condiciones donde lo traumático pueda volver a ocurrir, pero sin permitir que la conciencia se entere.
El gran problema de esto es que entonces no es reprogramable en condiciones ordinarias.

Finalmente, es casi imposible que una persona pueda superar los cinco años de vida sin haberse pegado algún susto, del cual se desprende un trauma y el subsiguiente condicionamiento y programación.
Prácticamente todos hemos atravesado algún hecho traumático (normalmente entre uno y tres), que instalaron en nuestra computadora un programa fuera del alcance de la conciencia y de la capacidad de reprogramación.
Este programa dispara, ante ciertos estímulos, una respuesta vieja a circunstancias de nuestra infancia, y por lo tanto inadecuada, pero compulsiva e inconciente.
Afecta nuestra conducta y lo que hacemos de manera directa, pero dado que parte del componente traumático implica que no suba nunca a la conciencia, nos volvemos, en el momento de actuar la programación, ciegos a nuestra conducta, justificándola a través de explicaciones, racionalizaciones o simplemente ignorándola, siendo inconscientes de lo que hacemos, de nuestras propias acciones.
En este caso, percibimos nuestra conducta indirectamente: a través de sus consecuencias. Por lo tanto, regularmente, las consecuencias de nuestra conducta compulsiva son algo que sufrimos como externo, como cosas que “nos pasan” o “nos hacen”.
Pero que tienen la extraña cualidad de ser recurrentes: de ser cosas que “siempre nos pasan” o “siempre nos hacen”.
Los alcances de esto son, siempre, sorprendentes para la propia persona. Como dice Jung, “lo que no se hace consciente se vive como destino”.

3-Cómo trabaja esto.

Los programas de la computadora, como dijimos, se instalan de dos formas regulares: a través de la experiencia de vida, que es como el hombre del primer ejemplo aprendió a temer a los perros, y a través de la reflexión sobre la experiencia y la ejecución de nuevas acciones que produzcan nuevas experiencias y nuevos programas subsiguientes, que es como el mismo hombre aprende a superar el miedo a los perros.
La primer manera es como aprendemos a hablar y todos los actos del sentido común, la segunda es como aprendemos a tocar un instrumentos o cualquier destreza que se deriva de la práctica y el perfeccionamiento.

Pero hay una tercer manera de programar la computadora, que es la que aplicamos aquí.

Ciertos estados de relajación permiten acceso al subconsciente y, con el permiso obligatorio de la persona, y sólo con él, la sugestión.
Esto, según la naturaleza de la sugestión, puede llegar a ser una nueva programación.
Dado que las funciones de la computadora son vastas, no corresponde ni se puede intentar una programación plena.
La tarea es sencillamente imposible, por un lado, y por otro lo más seguro es que las buenas intenciones de un emprendimiento así terminen siendo los adoquines de un camino al infierno.
Lo que se conoce como desprogramación es en realidad la inserción de un nuevo programa, cuya orden básica es “reprograma!”, y la subordinada es, en términos generales, “lo que me hace sufrir”.
Dado que la computadora tiene, como dijimos, manejo de factores sub e inconscientes, la inserción de un programa de tales características le da carta blanca para aprovechar las ocasiones de choque entre la programación vieja y la realidad nueva como oportunidades de reprogramación: fundamentalmente, ablanda la rigidez del condicionamiento previo y acerca a la conciencia las conclusiones y creencias propias de la programación vieja, permitiendo la reflexión y la creación de nuevas respuestas.
Dadas las características del funcionamiento del sub e inconsciente, la generación de nuevas respuestas no requiere obligatoriamente el recuerdo del trauma o aprendizaje, pero si asegura la eventual percepción y toma de conciencia de la programación inadecuada.
Esto ocurre indefectiblemente pero sin plazos, y casi siempre a través de las mismas situaciones de las que uno se quiere liberar, ante las que uno comienza a percibir los propios errores, pero con una nueva capacidad de adaptación y respuesta.

En síntesis, la desprogramación es un motor y una ayuda al aprendizaje vital, que permite superar los condicionamientos del subconsciente, con la ayuda de los mismos mecanismos que en otras circunstancias los hacen fijos e irresolubles.

4-Instrucciones concretas

La desprogramación se realiza en un sola sesión, que consta de una relajación y visualización guiada, y una pequeña ceremonia posterior, donde se actúa/acciona/activa la sugestión implantada en la visualización.
Los requisitos son mínimos, pero deben ser cumplidos.
Se pide asistir con:
- una lista de los “no quiero más”: todas las situaciones negativas en las que uno se encuentra recurrentemente. La lista debe estar encabezada por la frase “no quiero más”, y a continuación se escribe todo lo que a uno se le ocurra. Puede ser “fumar”, “soledad”, “enojarme tan seguido”, “enfermarme”, “no tener trabajo”, “ser inseguro”, absolutamente cualquier cosa.
La lista es absolutamente privada: no va a ser leída por mí, ni debe ser leída por nadie, a fin de asegurarte libertad total en el momento de escribirla.
- Un segundo papel, en blanco. Puede ser una hojita A4, una hoja de cuaderno, un papel de diario o de envoltorio para regalo, lo que gusten. No es para escribir ni nada.
- Un sobre de papel, del tipo que gusten, preferiblemente que les resulte grato a la vista.
- Ropa cómoda.
- Obviamente, sobrios: cualquier persona que consuma regularmente cerveza, marihuana, sedantes o psicoactivos de cualquier tipo (excepto indicación médica, claro), deberá abstenerse desde unas horas antes de la cita. No hace falta mucho: alcanza con no haber consumido el mismo día.

El total del trabajo no lleva más de una hora, regularmente.
Se cobra $50.

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