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jueves, 12 de noviembre de 2009

Sexta sesión de mazo viviente – autoconsulta, segunda parte, y el trabajo que sí salió bueno.


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Hace unos seis meses, aproximadamente, realicé un trabajo con el mazo viviente, buscando modificar un aspecto caprichoso y tiránico de mi naturaleza, que sentía con mucha claridad que me impedía ejercer el “fluir con la vida”.

Este aspecto de mi naturaleza es el que intenta permanente que la vida se adapte a una agenda, a una planificación intelectual cuyo peor problema es que no sólo es totalmente rígida, sino que es muy rápida y sencilla de hacer: puedo armar una agenda para todo el año en cinco minutos, y pasarme luego el resto del año sufriendo por las discordancias entre las acciones planificadas y las necesidades reales.



La opción para intentar solucionar esto fue ambiciosa: en el curso de tres años de terapia con Alicia Valero y de varios estudios autodidactas sobre psicología junguiana, magia occidental, i ching y tarot, me fui familiarizando lentamente con la figura del “yo interior” o superior.
Esta figura vendría a ser algo así como el “testigo” de Castaneda: una porción del subconsciente que tiene el total de la información objetiva sobre la situación que una persona vive, permanentemente.

En teoría, uno puede, a través del adecuado trabajo de limpieza y modelado de sí mismo, comunicar con esta figura para conocer el mejor camino de acción en cada momento.
Esta comunicación, como se vincula al contacto con la realidad objetiva, obviamente, implica una agilidad mental bien distinta de la planificación rígida.

Y, por otro lado, si la teoría es correcta, el Inner Self es una porción de la psique con mucha más capacidad para determinar el curso idóneo de acción que la mente conciente regular.
Así que convendría que la mente conciente regular se corra del lugar de capitanear la vida del total de la persona, y se ponga en el lugar de, en términos del I Ching, “funcionaria del príncipe”, con respecto al Inner Self.

Uní esta especulación teórica a las otras que sustentan la práctica del mazo viviente: las ideas de que los Arcanos Mayores del mazo Rider son descripciones fidedignas o al menos útiles de aspectos objetivos de la psique, y la de que las sensaciones que experimentan los representantes reflejan verdaderamente estados psíquicos de la persona representada, junto a la de que las interacciones entre los representantes revierten sobre la psiquis del consultante (persona representada).

El total de todas estas ideas implica que, a través del mazo viviente se puede lograr un modelado psíquico que me podría ayudar, en este caso, a deponer mi actitud rígidamente controladora y volverme más sensible a las directivas de mi Inner Self.



Al realizar este trabajo, la configuración final resultó en el relevamiento de la figura del Emperador de su rol director, siendo reemplazado por La Fuerza. Dado que en el momento del trabajo, la manifestación del arcano La Fuerza se asemejaba enteramente a la noción de “energia vital”, la interpretación fue de que sería mucho mas acertado, fluído y en consonancia con la vida que el rol director lo ocupara esta figura que el Emperador, cuya rígida voluntad de dominio y mando asocio a la característica que justamente quería modificar.
Pasé unos meses en incertidumbre hasta sentir, paulatinamente, que el trabajo sí había sido realizado y que mi actitud preconciente verdaderamente había cambiado. En este tipo de cosas, se nota fácilmente cuando la actitud preconciente cambia, por la disminución en el stress general. Las respuestas impensadas a los acontecimientos cotidianos son claras, y claramente diferentes de las previas.

Es definitivamente cierto que estoy en términos generales más relajado y “sueltito”.



Me pareció en cierto momento adecuado profundizar el trabajo, y convoqué a los amigos y experimentadores de siempre más algunos nuevos, para que me ayudaran.

La intención era trabajar mi sensibilidad a los mandatos del Inner Self, y al mismo tiempo tratar de volver la personalidad cotidiana más capaz, transparente e íntegra para su servicio.



Probablemente fuera muy ambicioso, porque no entendí nada de lo que ocurrió, y todavía estoy recopilando testimonios de los participantes para ver si se me cae una idea.
Lo realmente notable, es que apenas empezamos se me fueron absolutamente todas las ganas de trabajar, y no conseguí volver a juntar un mínimo hasta la tercer consulta.

Al comenzar mi propia consulta, que fue la primera, pensé muy seriamente si decirle a las 16 personas allí presentes “gracias por venir, pero adiós”.
Por un mínimo de especulación a futuro, para mantener la credibilidad ante ellos (y porque uno de los presentes es mi primo, en cuya casa estoy viviendo ahora), elegí continuar como pude.
Se realizaron ese día cuatro consultas, incluída la mía, que no voy a contar ahora, y probablemente nunca, al menos hasta que me haga una idea narrable de ella.
La segunda y tercera tienen cada una sus detalles, pero la que realmente me gustó por varios motivos, incluído su potencial (o facilidad) narrativo, es la cuarta y última.

Que probablemente sea la última de veras, porque no parece que volvamos a realizar sesiones con el mazo. Y tiene cierta belleza, porque fue la consulta de Marie, quien fuera también la primer persona (del universo!) en utilizar el potencial del mazo.



La dinámica del mazo viviente es idéntica a la de Constelaciones Familiares o Terapia Gestáltica: una persona (el consultante) elige a otras (representantes) para que cubran el rol de cartas en su consulta.
Dispone a las personas que elige según una representación tridimensional levemente adaptada de la tirada tradicional de tarot llamada la Cruz Celta.
En esta disposición, la primer persona se coloca en el centro del espacio, lugar que representa en sí mismo a “La consulta” o tema de trabajo en sí. El representante elige a ciegas de un set de 22, un accesorio consistente en una cadenita que va al cuello y sostiene una tablita en la cual está pegada uno de los 22 arcanos mayores, y se lo cuelga al cuello.
El consultante lo coloca en su lugar y, manteniendo contacto físico con el representante, se concentra en la figura del arcano durante unos segundos. A partir de allí, el representante es imbuído de sensaciones referentes al estado del aspecto psíquico representado por el arcano, para esa consulta, en esa posición particular.

Hemos encontrado consistencia en las sensaciones que produce cada carta en diferentes consultas, así que parece haber un patrón de identidad regular que definiría cada carta, verdaderamente, como poseedora de existencia objetiva y de un perfil de sensaciones propio.
Falta corroborar si esta consistencia se repite según los consultantes, lo que indicaría un perfil de la carta para esa persona, o si es independiente de ellos, lo que indicaría una existencia objetiva y universal.



Las siguientes posiciones del núcleo de la tirada son “Lo que cubre”, fuerza que influye directamente sobre “La consulta”; “Lo que cruza”, posición que originalmente pensamos que sería el obstáculo entre “La consulta” y la posición de “Lo que está por encima” (que representa el mejor curso de acción posible dadas las circunstancias), pero que regularmente termina siendo más bien puente unas veces, o una especie de membrana que mantiene al mismo tiempo conectados pero delimitados diferentes órganos psíquicos que actúan de esa manera en conjunto pero sin perder identidad.

Las restantes posiciones son “Lo que está por encima”, por debajo, detrás y delante de “La consulta”, señalando como dijimos, el mejor curso de acción posible dadas las circunstancias, la posición desde la que el consultante está trabajando o viviendo el asunto, el aspecto de la persona o situación que motoriza la consulta o trabajo, y el objetivo o futuro probable, respectivamente.
En cada posición va un representante, con su respectiva carta o lamen colgando.



Mariela quería trabajar un aspecto específico de su vida romántica y, en términos más amplios, afectivos: cierta intolerancia a la ambigüedad y a las medias tintas irresueltas, que la terminaba llevando a un “todo o nada” que, en este momento, le resultaba insatisfactorio y violento como resolución.


Eligió entre los presentes y quedaron:
 en la posición de La Consulta, Emanuel con Los Enamorados.
 en la posición de Lo que Cubre, Carla, con La Torre.
 en la posición de Lo que Cruza, Keki con La Templanza.
 en la posición de Lo que está por Encima, Martín con El Loco.
 Lo que está por Detrás era Jime, con El Carro.
 Lo que está por Debajo era Ale, con La Fuerza.


Hasta acá, la lectura parecía simple y auspiciosa: la pujanza y el deseo de conquistar la vida de Marie (representados por el Carro con Jime) empujaban un trabajo referente a su maduración sexual y afectiva (Ema, Los Amantes). Esta maduración estaba atravesando una etapa de crecimiento brusco y fuerte (La Torre) cuyas nuevas necesidades chocaban con las viejas prácticas, y la mejor actitud al respecto parecia ser la falta de intención y el goce del presente (representados por Martín, en Lo que está por Encima, con El Loco).

No se me ocurrió manera de que La Templanza cruzando entre La Consulta y Lo que está por Encima fuera otra cosa más que una ayuda (de hecho, posiblemente la mejor posible, dado el tema de consulta), y que Lo que está por Debajo fuera La Fuerza me pareció, también, maravillosamente auspicioso: la vitalidad misma dando apoyo a un proceso madurativo es como... lo más correcto posible, el verdadero orden natural de las cosas, pensé.

El único problema, y que se reveló como un hueso duro de roer, fue la última posición, Lo que está por Delante, a donde fue a parar José con el Lamen de El Ermitaño.

El chequeo de sensaciones entre los participantes (acercarnos Tati y yo, los coordinadores, a cada persona y preguntar “¿cómo te sentís?”) indicó una sensación general de fuerza y malestar conjuntos, hasta llegar a José.

Su gesto facial se había vuelto sutil pero notoriamente triste y desvencijado, una impresión de autoconmiseración y resignación que fue exactamente lo que dijo sentir.

Un gesto de Jime me hizo preguntarle qué le hacía sentir escuchar a José decir eso, y su respuesta “me enoja escucharlo”.

Parecía totalmente lógico: el empuje del Carro desde Lo qu eestá Detrás caía en línea recta en el agujero depresivo que creaba en la posición de Lo que está Delante esa actitud del Ermitaño, y le resultaba inaceptable.

Varias figuras más manifestaron su desagrado ante el sentir de José.
Su respuesta, invariablemente, era “si, tienen razón, pero ¿qué le voy a hacer? Esto es lo que siento”, junto con una actitud, a veces explícita, de “y si no les gusta a mí que me importa”. La impresión de fondo era una larga costumbre de ser rechazado por sentirse mal, y una resignación absoluta a ese bucle, a ese círculo vicioso de depresión – rechazo – soledad – desprecio adaptativo por los demás – más soledad consecuente – más depresión consecuente.


El único que se sentía bien permanentemente – al principio - era Alejandro, consistentemente con manifestaciones pasadas de La Fuerza. De la misma forma, varios representantes dijeron sentir que Ale “estaba con todos ellos” o “los acompañaba a todos”. Esta sensación era compartida por él.


Todos se sentían muy bien, también, con Martín como El Loco, así que propuse acercarlo a El Ermitaño, con la esperanza de que la cercanía produjera un pasaje de “carga positiva” por así decir y, o El Ermitaño se sintiera mejor, o los demás lo miraran con mejores ojos.
Pero pasaba el rato y no esto no ocurría. De hecho, todos manifestaban sentir una clarísima separación, como si hubiera una frontera física, entre el total del sistema y José. En la medida en que Martín se aliaba con él, también quedaba excluido, pero a diferencia de José, los demás representantes querían sentirlo incluído en el sistema.

En algún momento pensé en excluir a José de la constelación, dado que era la única figura que se sentía mal, pero de alguna forma, no me parecía lícito. No sólo era Lo que estaba por Delante: también me resultaba instintivamente necesario incluírlo en el sistema, darle un lugar de contención.
Probablemente esta necesidad estuviera incentivada por la sensación, que José también corroboró de modo explícito, de que su actitud se correspondía con la de un nene enfurruñado, y las opciones que nos deja esa actitud en el trato con un verdadero nene enfurruñado puesto a nuestro cuidado. Simplemente, no se la puede ni asentir, ni contradecir, ni ignorar: se la debe resolver de alguna manera que asegure la contención de ese niño.


Resumidamente, los intentos de conciliación entre José y el resto del sistema fueron largos y difíciles, en cierto momento me sentí sin más herramientas disponibles, y era cierto: si no fuera por Tati, la cosa habría quedado irresuelta (ventajas de trabajar con una genia: recomiendo a cualquiera que se quiera mandar a investigar este tipo de boludeces que se consiga una, o va frito).

Algo que nos enteramos más tarde, fue que ese largo rato de intentos infructuosos, lo pago Ale sintiendo diversos dolores y manifestaciones de cansancio, irritabilidad y agotamiento.
Síntomas todos que se disolvieron instantáneamente apenas Tati puso al Loco detrás de El Ermitaño, patronizándolo a la manera de Constelaciones Familiares, cosa que, si bien no logró que la sensación subjetiva de José variara, sí tuvo el efecto de que el resto del sistema, entero, sintiera más agrado ante su presencia.
El siguiente movimiento que propuso Tati fue poner a Martín, desde esta posición patronizadora, como medio entre Los Enamorados y El Ermitaño.
Es tan brillante que todavía me hace cosquillas: el niño interno aceptando afrontar la sensación de soledad como parte de un proceso de maduración afectiva es... es... es TAN lo mejor posible, que no se me hubiera ocurrido en un millón de años.


Incluso José sintió la mejora de esta posición, y todos los demás representantes manifestaron ya no sentir más separación entre ellos y él. Seguía con el gesto melancólico, pero decía sentirse en general,menos triste.
Pusimos a Keki con La Templanza enfrente, y a Ale detrás del Loco, formando una cruz. Keki manifestó sentir “una corriente, un flujo” entre ella y Ale que atravesaba a Martín, dando una sensación general de correción y esperanza. Al costado de esta cruz quedaban Los Enamorados y El Carro, alineados. Todo el sistema manifestó al mismo tiempo bienestar y sensación de algo aún irresuelto.

Pregunté a Carla, La Torre, si se sentiría honesta asegurándoles a todos que ella se ocuparía de terminar de disolver las reticencias, y dijo “es exactamente lo que estaba pensando: esta separación no puede durar, se va a ir sola”.


Que el sistema acepte de buen grado lo que está en el futuro inmediato es siempre un logro sano. En este caso, era un logro de cierta tristeza, porque la maduración emocional implica reconocer y aceptar los momentos de soledad y el miedo a ella, pero lo considero tan totalmente necesario y eventualmente abridor de nuevas puertas, que parecía un cierre razonable.

Disolvimos la constelación e hicimos una resumida explicación de los movimientos vistos, en la cual hablé de cómo tras experiencias de mucho dolor algunas partes del sistema quedan tan dañadas, que su recuperación es tan difícil que probablemente no quieran saber más nada de nada, y quedan lastrando al resto del sistema. Y de cómo la interacción entre estas partes y el resto del sistema puede llegar a cotradicciones tan agudas y profundas, que se desarrollen a expensas de la fuerza vital del organismo, causando los síntomas que sufriera Ale hasta que la contradicción se resolvió.

Y de cómo, afortunadamente, en este caso el sistema estaba lo bastante íntegro, decidido y apoyado por la naturaleza del momento a dar el siguiente paso madurativo como para poder integrar a esta parte herida en su seno hasta que el tiempo y las experiencias concretas le permitan encontrar su lugar y estado verdadero.
Algo en todo eso me emocionó un poco y me sofoqué momentáneamente.

Luego, tras cuatro consultas seguidas en el sótano del centro Vitriol, agotados, disolvimos la reunión y retomamos cada uno nuestras vidas.

Me quedó cierta alegría por tres trabajos exitosos, frustración y confusión por el mío propio, muchísimo cansancio que pagaría en los días siguientes con una sensación aguda de nihilismo y pérdida absoluta de sentido, y la sospecha de que no vamos a volver a repetir sesiones de mazo viviente, nunca más.
Así que, a menos que encuentre o invente otras maneras de investigar vivencialmente la arcania, es posible que este blog haya llegado a su fin.

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